Los últimos mil brindis. Círculos viciosos
de José Carlos Sanz / Carlos Muñoz
Aemilius Balaesus, nacido en este castro, y vuelto a él para morar en la eternidad, recordaba a sus seres queridos la campaña que hizo en Britania, bajo el mandato del emperador Adriano, natural de Italica, como portaestandarte del Ala Sabinina.
Ya licenciado regresa a Hispania de las islas del norte, por las galias, y atraviesa parte de la península Ibérica recorriendo grandes distancias por calzadas, caminos y veredas, parando en poblados de vetones, arévacos, vacceos...
En una de las ciudades vacceas, a orillas del Douro, estrecha lazos de perenne amistad con sus moradores, vacceos de Pintia.
Serán estos los que le mencionen a sus antepasados, indómitos guerreros a punto de sucumbir, ya definitivamente, a la ley, el orden y lengua de Roma. Ancestros que rememoraban y seguían presentes por su recuerdo, aquellos que repetían juntos diariamente alegres brindis, para festejar las últimas victorias, las últimas esperanzas de libertad.
En lo que fue una larga y maravillada vejez, el legionario, que cruzó el canal del Norte, lo relataba rutinariamente, entre ensoñaciones y alucinaciones, en el otoño del castro lusitano.