Los testimonios referidos a las obras colectivas de defensa de las ciudades vacceas son muy limitados y quedan ceñidos a algunas escasas citas clásicas y, sobre todo, a los reiterados trabajos de prospección aérea llevados a cabo en los años noventa del siglo pasado y en los primeros años del nuevo siglo.
En relación con las fuentes clásicas, la referencia de Apiano (BC, I, 112) sobre el incendio de las murallas de Pallantia en la guerra de Pompeyo contra Sertorio del 74 a. C. hace pensar en una obra construida a base de adobes y troncos.
La prospección aérea desarrollada en diversos enclaves vacceos resulta igualmente expresiva y delata complejos sistemas de defensa que incluyen murallas y fosos en lugares como Valoria la Buena, Palenzuela, el teso de Cuestracastro (Mota del Marqués) o la propia Padilla de Duero. Una excavación de urgencia realizada en este último lugar durante el otoño de 2009 permitió acceder, por vez primera, al complejo defensivo de una ciudad vaccea.
La muralla de Pintia debe ponerse en relación asimismo con otro descubrimiento producido en 2000, a una distancia de 150 metros respecto a la muralla de la ciudad.
En el lugar que se conoce como Los Hoyos, justo en el cruce del camino, pudo documentarse entonces cómo la arqueta situada sobre el mismo rompía literalmente por el medio una construcción monumental de un muro de mampostería trabado con barro, de unos 4-5 m de anchura. Tal estructura, acompañada de un foso profundo por delante mirando hacia la ciudad de Las Quintanas, debió de construirse para el asedio de la ciudad, en la que era la zona natural de paso, tal vez como consecuencia de los conflictos sertorianos (primer cuarto del siglo I a. C.).
En este sentido, no puede pasarse por alto las condiciones topográficas del entorno de Las Quintanas, una mesopotamia entre el río Duero y el arroyo de La Vega de configuración pantanosa, que aún hoy guarda en su toponimia de Las Navas una expresiva referencia.
Así, un estudio minucioso del terreno nos permite entender que el muro de asedio romano se situó en el único acceso practicable hacia la ciudad y, más allá, hacia el vado natural que comunicaba ambas orillas del Duero y daba acceso al barrio alfarero de Carralaceña.