El cementerio de la Pintia vacceo-romana, la necrópolis de Las Ruedas, se sitúa a unos trescientos metros al sur de Las Quintanas, separado de ésta por el arroyo de La Vega. Este espacio sepulcral, de unas seis hectáreas de extensión, fue objeto de uso ordenado y continuado a lo largo de más de medio milenio, entre el final del siglo V a. C. y el inicio del II d. C.
El espacio de este cementerio parece delinear una suerte de triángulo en el que dos de sus lados vienen marcados por el trazado natural del arroyo de La Vega, que dibuja un ángulo recto en esta zona, y el tercero se corresponde con una larga trinchera artificial excavada en su límite meridional.
En el transcurso de estos cinco siglos el ritual fúnebre practicado fue fundamentalmente el de la incineración, procediéndose a la cremación del cadáver ataviado con los elementos propios de su condición social.
Los más de treinta años de dedicación del CEVFW a la rehabilitación paisajística de la necrópolis de Las Ruedas tuvieron su premio con la concesión de un accésit al Premio Hispania Nostra 2020 a las buenas prácticas en el ámbito de la conservación del patrimonio cultural y natural, en la categoría Intervención en el territorio o en paisaje, por el proyecto «La necrópolis de Las Ruedas de Pintia, un espacio rehabilitado para la memoria».
El jurado quiso «reconocer la importante labor de protección y difusión que supone esta intervención, así como la implicación de personas de distintos ámbitos en un proyecto que contribuye en gran medida a concienciar a la población sobre la riqueza de su patrimonio y la necesidad de conservarlo». Se valoró, además, la sostenibilidad del proyecto y el valor social de los diversos programas que vienen realizando el CEVFW y la Asociación Cultural Pintia en el entorno.
Se localiza a unos dos kilómetros al sur del yacimiento, en una elevación aislada, en cuya plataforma culminante, de no más de cien metros por unos veinte, se puede observar todavía en su extremo occidental un frente de la cantera. Aquí se extraerían las lanchas de piedra caliza para la señalización de las tumbas o para la fábrica de la ermita cuyos restos aún se vislumbran en un arruinado paredón.